Ayer cogí un libro en la biblioteca que pensaba era sobre el desarrollo de los niños entre los 3 y los 6 años. En realidad, por lo que llevo leyendo, no es lo que esperaba, ya que no habla tanto de la evolución de los niños como de los padres y maestros, es bastante general, con consejos muy "al uso" que además se contradice con algunas de las reflexiones que hace. Pero tiene cosas que me están tocando, o mejor dicho, llevo unos días tocada y estoy viendo palabras que ayudan a interpretar lo que siento. Parece que viene una época en la que necesito salir a recoger referencias de nuevo, a libros y demás.
El libro en cuestión se llama El orgullo de descubrir (3-6 años) y está escrito por Miriam Botbol.
El libro en cuestión se llama El orgullo de descubrir (3-6 años) y está escrito por Miriam Botbol.
Hay un apartado destinado a los vínculos entre los adultos y los niños, como experiencias emocionales a través de la cual dos personas se relacionan entre sí y como algo relativamente estable pero que puede cambiar. Habla de relaciones que crecen, que integran lo bueno y lo malo de los acontecimientos que se viven juntos. Vínculo que renace como el ave Fénix tras el fin de una etapa, enriqueciéndose en la siguiente. También habla de que en ocasiones las cosas se ponen difíciles que parece que todo va a peor, produciéndose tensiones, situaciones de crisis. Es el adulto quien tiene que hacer esfuerzos conscientes por superarlas.
La autora explica las características de los vínculos a través de una metáfora, imaginando que lanzamos una pelota en superficies diferentes: Los niños a veces nos lanzan sentimientos como si fuesen pelotas. Si esa pelota cae en superficie muy dura, rebota con mayor o menor fuerza. La superficie dura es el adulto que no se entera de que hay un balón en juego, devolviendo esos sentimientos de nuevo al niño. Por eso es importante ponerse en la piel del niño y preguntarse qué está demandando realmente. Esa pelota también puede ir a parar a un lago de aguas quietas: la onda se expande en círculos cada vez más grandes. Representarían situaciones en las que los conflictos van creciendo más y más. Pone el ejemplo de una madre que está pasando un mal momento personal y que se siente muy dolida por un comentario que realiza su hijo, lo exagera, lo personaliza. Así que parece que para recibir las penalidades infantiles hace falta una superficie que no sea ni demasiado dura ni demasiado blanda. Habría que recibir el golpe y amortiguar su efecto, consiguiendo tranquilizar al niño. ¿Y el adulto, emite mensajes o también lanza pelotazos? ¿se comunica de forma efectiva o se descarga emocionalmente? ¿qué fuerza tiene ese pelotazo?.
También sugiere pensar sobre las características de un vínculo ideal, un vinculo saludable, real a veces, o que simplemente funciona como aspiración. Se podría imaginar como:
"- Capaz de contener las dificultades sin rebotarlas ni amplificarlas.
- Capaz de modificarse para permitir los cambios, aunque esto implique la molestia y el sufrimiento de abandonar los territorios conocidos.
- Puede comprender y aceptar pero también limitar y diferenciar.
- En un vínculo ideal no sólo hay lugar para el amor sino también para el odio (sentimientos reales que existen en las vidas de las personas).
- Los participantes disfrutan de estar juntos.
- Y sobre todo, este tipo de relación ayuda a preservar el interés por la vida, o sea que es una fuente de satisfacción."
Muy interesante. Creo que es una metáfora que ayuda a entender cosas que en realidad ya sabíamos, aunque quizá no sabíamos que las sabíamos. También pienso que en nuestra relación con los niños estamos llevando al escenario muchas cosas... la misma metáfora de la pelota se podría aplicar a nuestra relación con otros adultos (padres, pareja, hermanos, compañeros de trabajo...). Durante los primero años como madre me volcaba mucho en crear alrededor del niño lo que yo creía que debía ser el marco de nuestra relación, frustrándome constantemente. Me costó darme cuenta de que los cambios estaban en mi, y no afectaban solo a mi hijo sino a mi persona y a mi relación con el mundo.
ResponderEliminarEn resumen, que hay muchas pelotas en juego.
El vínculo entre el adulto y los niños, la relación entre la madre y los hijos. Cuantas emociones, sentimientos,... qué difícil a veces saber cómo nos sentimos, saber si actuamos de manera correcta, qué ponemos de bueno y de malo, cómo le afecta y nos afecta,... Me parece muy interesante todo lo que dices. Sobretodo ahora que mi niña está creciendo y con cocho años muestra ya toda su personalidad, sus criterios y afloran ya pequeños indicios de rebeldía. Muchas veces pienso en ello sin saberlo. Ahora me estoy ando cuenta.
ResponderEliminarA mí esta metáfora, aunque no me acaba de servir (o soy un mar con algunos icebergs por ahí, y como de la pelota en uno...) me hace pensar y ver que como dices, E. hay muchos balones (y muchos los tiro yo sobre mi propio tejado). Pero que además hay muchos partidos por jugar y muchas flores también por descubrir. Qué metafórica estoy, pero ya me va saliendo lo que me pasa. Y mis pasos suelen ser: lo racionalizo, lo resuelvo, crezco. Ah, también estoy muy de acuerdo en que los cambios están muchas veces en mí. bueno, hasta ahora siempre han estado en mí, ya era territorio conocido y sabía manejarme por ahí sin tensar demasiado la cuerda. Ahora creo que la cosa es algo más compleja, pero sí, hay mucho de mí ahí puesto.
ResponderEliminarThera, qué bueno que puedas ir sacándolo porque sí que son cosas que van por ahí, que las tenemos de alguna forma en la mente.
Me ha quedado algo encriptado este comentario, glups! a ver si consigo sacarlo del todo y de esa forma pasará a ser algo positivo.
Les platico mi experiencia con mi niño de 4 años que es hiperactivo (diagnostico medico). Nada me habia preparado para tales despliegues de coraje, desesperacion, desafio. Tanto mi esposo como yo somos de caracter tranquilo, no confrontacionales, pero este niño nos llevo al extremo tantas veces. Buscamos y leimos en tantas partes, pero Dios siempre nos mandaba justo el libro o las palabras que necesitabamos. Hemos aprendido con practica y planes entre nosotros a no perder el control. Este chiquito nos necesita, mas cuando ha perdido el control. Amor, amor y mas amor. No quiero decir ignorar el mar comportamiento sino pararlo en seco, pero con amor. Siempre hijo estoy aqui para ti.
ResponderEliminarHola Silvia:
ResponderEliminarGracias por compartir tu experiencia! Imagino lo que será ser de carácter tranquilo (yo también lo soy) y un pequeño en constante movimiento por la casa. Vaya, una revisión propia y una adaptación constante para encontrar el equilibrio entre las dos formas de afrontar las situaciones, no?
anónimo, no hay mala onda. Simplemente a veces, creo que es bueno replantearse cosas, ver que las etapas acaban para comenzar otras que traeran cosas muy buenas también. Y que nuevas etapas requieren nuevos planteamientos. El resto del mensaje no lo entiendo.
Un abrazo,
maite