El problema de los niños “caprichosos”, que “no tienen límites” o que “se portan mal” es un problema falso. En realidad, lo que necesitamos abordar es la discapacidad que tenemos los adultos para comunicarnos con los niños. Por eso necesitamos escucharles, reconocer nuestras propias necesidades y las de ellos, y comunicarnos verbalmente legitimando lo que nos pasa. Entonces podremos buscar acuerdos entre el deseo de uno y el deseo del otro, buscando creativamente una manera de respetarnos.
Siempre me ha llamado la atención que no consideremos necesarios los acuerdos con los niños. Por ejemplo: un niño nos pide que le expliquemos un cuento antes de ira dormir. Le decimos que se tiene que lavar los dientes. Se enfada. Discutimos. Ni se lava los dientes, ni le explicamos el cuento. Por la noche se hace pipí. Todos nos sentimos confundidos y amargados. Una opción posible es tener en cuenta la demanda original, formulada bajo la forma desplazada de explicar un cuento.
Reconocemos que hemos trabajado todo el día, que el niño pequeño nos echa de menos, que quiere un momento de intercambio sólo, que ya no sabe como pedirlo. Aquí los adultos contamos con la palabra mágica: “ah… ¿quieres que te explique un cuento? ¿qué te parece si nos lavamos los dientes?” o bien, “yo también tengo muchas ganas de estar un rato tranquila contigo” o, incluso, podríamos dejar el lavarse los dientes para otro moemtno. Si los niños piden que les expliquemos un cuento, tengámoslo en cuenta! Pactemos teniendo en cuenta lo que ellos necesitan y lo que nosotros los adultos estamos en condiciones de ofrecer: ponerse de acuerdo significa acercar posiciones. Una vez hemos accedido a la petición desplazada, tenemos que ir a buscar la petición original. Esta cuestión requiere un conocimiento genuino sobre las necesidades básicas de los más pequeños. Los adultos solemos considerar que “ya son demasiado mayores para…” creemos que tendrían que hacer lo que sea que aún les resulta difícil como habilidad: jugar solos, no chuparse el dedo, permanecer en fiestas de cumpleaños sin nuestra presencia, dejar el biberón, no interrumpir cuando los mayores hablan, etc. No obstante, los niños que “no hacen caso” generalmente provienen de hogares donde la presencia compresa de los padres es escasa.
En cambio, escuchar a los niños e intentar una comunicación honesta con ellos requiere un mínimo de dedicación: o nos disponemos a buscar un rato largo por el día para alimentar las relaciones afectivas con nuestros hijos o la vida cotidiana se convierte en un infierno de prohibiciones. No hay niños difíciles, hay adultos a los que nos resulta más fácil desplegar nuestra energía y nuestros intereses en otros ámbitos.
Cuando las familias consultan por los “niños que no tienen límites” suelo sugerirles una tarea muy difícil: que se organicen para permanecer 15 minutos al día sentados en el suelo de la habitación de su hijo o hija sin hacer nada. Sólo observándoles y estando disponibles. En la siguiente entrevista que tenemos solemos comentar los resultados. Aunque parezca increíble, casi nadie lo consigue. Porque suena el móvil, o han vuelto tarde de una fiesta de cumpleaños, o han ido a comprar, o se ha enfermado la abuela. De esta forma podemos, al menso, reconocer los obstáculos emocionales que la mayoría de los adultos tenemos para ocuparnos 15 minutos al día exclusivamente para nuestros hijos e hijas. La realidad es que los niños esperan. En la vida cotidiana el instante de “estar con los padres” parece no llegar nunca.
Si por casualidad el niño está entretenido, “aprovechamos” para “huir” a preparar la cena. Entonces el niño interpreta que “cuando estoy tranquilo y juego solo, pierdo a la madre o el padre”. En cambio si molesto “tengo al padre o a la madre”. Cada niño “caprichoso” es en realidad un niño que necesita más padre o madre, necesita un adulto que se pare, que encuentre “un límite” en su vertiginosa forma de actuar. Estamos preocupados por la educación de nuestros hijos e hijas, preguntándonos cómo hacer para que se porten bien, sean amables y educados y puedan vivir según las normas de nuestra sociedad. No obstante, estos “resultados” no dependen tanto de nuestros anhelos, sino de lo que comunicamos genuinamente. Para ello se requiere un trabajo de introspección permanente. No podemos pretender que los niños pequeños expliquen sencillamente aquello que les pase, si no les escuchamos. Tampoco serán capaces de hacerlo si no les explicamos qué nos pasa. Y aún peor, nosotros no sabemos hablar con ellos, porque ni siquiera nos entendemos a nosotros mismos. Pero sólo será posible llegar a acuerdos si tenemos presente el conocimiento y aceptación de aquello que nos sucede a todos. De esta forma será factible experimentar encuentros armoniosos y tiernos. En lugar de hablar “de estos niños que se portan mal”, hay que considerar nuestros modelos de comunicación, la confianza con la que nos dirigimos hacia nuestros niños, la búsqueda de nuestra verdad y el ejercicio de hablar con la verdad personal cada día, a cada instante, con cada uno de los niños. Este entrenamiento requiere valentía , ya que a veces tenemos que deshacernos de modelos antiguos aprendidos en la infancia, que perpetúan autoritarismos, miedos y enorme desconocimiento del alma humana.
En la práctica cotidiana de la escucha constatamos que las “luchas” contra los niños se suavizan, aparece la comprensión y la aceptación de las diferencias y el verdadero sentido personal que tiene para cada uno de nosotros la vida compartida con nuestros hijos e hijas.
¡Hola! Es la primera vez que escribo en tu blog pero no es la primera vez que lo leo.. Lo tengo en "favorites" y me encanta.. Enhorabuena por mantener el blog "vivo" y que sea tan interesante.. A mí me parece toda una hazaña.. ;-)) En cuanto a este artículo, me ha llamado la atención porque hace 1/2 hora hablaba con una compañera de trabajo sobre este tema, el de la comunicación con los niños (todo un mundo que conquistar) y le comentaba que mi hija, con dos años, empieza a poder comunicarse verbalmente de una forma mucho más ágil y de como yo tenía que estar a la altura de las circunstancias y pensar detenidamente lo que le digo y, sobretodo, escuchar lo que me dice ella.. Es una fase muy enriquecedora y creativa para ambas.. !
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarCreo que es de Laura Gutman, en "La maternidad y el encuentro con la propia sombra", pero tampoco estoy segura... Al menos tengo idea de haberle leído algo parecido...
Es difícil no sucumbir a las luchas de poder, sobre todo porque, como adultos, nos sentimos en superioridad de condiciones. Recuerdo que la profesora que tuvo mi hijo el año pasado comentó en una reunión, públicamente, allí delante de todos los padres, el terrible sentimiento que la embargó cuando en una de esas luchas con su hija, en la que le soltó un cachete, fué consciente de que se estaba pegando con una niña de dos años.
Animo con el calor... Por aquí ya está empezando a acostumbrársenos el cuerpo...
¡¡¡Maite, es el calor!!! Ellos y nosotros estamos más irritables... También están cansados por el final del curso, madrugar... ¡Es hora de irse de vacaciones!!!
ResponderEliminarmaravilloso articulo...como me suena!!no es de la revista criar con el corazon??lo he leido antes...da igual...el caso es que es buenisimo y muy importante enteder esto!
ResponderEliminargracias
anda que... si! es dew la gutman y de hecho lo habia puesto por aqui, que memoria tengo. al verlo en catalan me confundi :) http://adivinacuantotequiero.blogspot.com/2008/02/escuchar-los-nios.html
ResponderEliminarluego sigo :))
Mencia: gracias por lo que me dices :) Si, para mi el tema de la comunicacion es fundamental. Y los cimientos se ponen desde ya. Es increible ver como segun digas las cosas tienen un efecto u otro y nuestra propia actitud para escuchar... bueno, el titulo del libro que para mi es muy importante lo dice todo: como hablar para que sus hijos escuchen y como escuchar para que sus hijos le hablen. Es la base. Y si!! cuando empiezan a comunicarse con palabras es tan bonito!!!
ResponderEliminarRose, las luchas de poder dan para escribir mucho sobre ello... son otro pilar, en este caso a evitar, claro. Muy valiente la profe por reconocerlo. Creo que surgen de nuestra propia inseguridad, del cansancio, de la impotencia ante una situacion. En realidad, creo que en esos momentos nos volvemos niños en realidad, pero con un arma cargada, el que realmente somos mas grandes. Pero en esos momentos, no somos mayores que ellos. Son muy dificiles de eliminar, pero hoy mismo, despues de escribir esta mañana sobre ello (ha ayudado que no ha hecho calor y el efecto placebo del primer dia de tomar levadura de cerveza) pues he visto como conseguia ser la adulta. Como ante su cansancio extremo, podia seguir siendo la adulta de la relacion. Y todo ha sido tan sencillo!!!
Eva, siiiii! hay un cansancio generalizado en el ambiente. Lo hemos visto hoy como nunca en el parque, por ejemplo. Todos estamos cansados y encima el calor... bueno, estan a la vuelta de la esquina las vacaciones. Habra que comprar toneladas de paciencia para todos y bajar el ritmo. movimiento slow al poder!
Maria, gracias. Si, esta muy bien este texto. y he visto en la otra entrada en la que lo puse, que me sirve para entender diferentes cosas... texto multi funcion!! :)
Un abrazo!! (me salen comentarios mas largos que los propios post!!) Es que normalmente hago las entradas a una mano y no me enrollo mucho. Asi que cuando tengo las dos... van que vuelan en el teclado :)
Hola Maite, totalmente de acuerdo con el artículo y con tu comentario del principio. Yo, igual que tú, siento que tengo muchos de esos días en que me pongo "estupenda". Y en cambio si te paras a decir "qué mas da", todo es más fácil. Precisamente un día de estos tenía pensado escribir sobre esto en mi blog. Pero, como siempre, ando esperando la inspiración, o que alguna de las escenas de mi vida cotidiana me den el empuje definitivo. ;)
ResponderEliminar