Creo que este libro lo lei por primera vez con unos diez años y por supuesto, como me pasaba con Mafalda, no accedi a todo lo que en el se describe.
Ahora lo estoy releyendo y aunque cada vez rechinan mas las amenazas, las palmadas y el lenguaje que se utiliza, que afortunadamente queda muy lejos ya, hay algo que no cambia, la mirada de un niño de casi cuatro años.
La historia comienza a las 10 de la mañana, con el despertar de Quico,
Entreabrió los ojos y, al instante, percibió el resplandor que se filtraba por la rendija del cuarterón, mal ajustado, de la ventana. Contra la luz se dibujaba la lámpara de sube y baja, de amplias alas -el Ángel de la Guarda- la butaca tapizada de plástico rameado y las escalerillas metálicas de la librería de sus hermanos mayores. La luz, al resbalar sobre los lomos de los libros, arrancaba vivos destellos rojos, azules, verdes y amarillos. Era un hermoso muestrario y en vacaciones, cuando se despertaba a la misma hora de sus hermanos, Pablo le decía: "Mira, Quico, el Arco Iris"
Aqui se puede escuchar
Y aqui se puede leer
Tambien se hizo una pelicula, La guerra de papa. Aqui pongo un fragmento, en el que se ve a partes iguales, la represion de la epoca y la curiosidad atemporal de los niños.
Mamá le metió en la boca un nuevo pedazo de carne. Quico la miró. Desenroscó el tapón rojo:
—Es la tele, ¿verdad, Mamá?
—Sí, es la tele; anda, come.
—No quieres que se me haga bola, ¿verdad, Mamá?
—No, no quiero. Come.
—Si como, me hago grande y voy al cole como Juan, ¿verdad, Mamá?
Mamá suspiró, pacientemente:
—No veo el día —dijo.
—Y cuando vaya al cole no se me hace la bola, ¿verdad, Mamá?
—¿Verdad, Mamá?; ¿verdad, Mamá?
—dijo Mamá irritada, sacudiéndole por un brazo—: ¡Come de una vez!
Quico le enfocó sus ojos implorantes con una vaga sombra de tristeza en su limpia mirada azul:
—¿Verdad, Mamá que no te gusta que diga “verdad, Mamá; verdad, Mamá?” —dijo.
Mamá tenía los ojos brillantes, como si fuera a llorar. Musitó: “Yo no sé qué va a ser de esta criatura”.
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Quico volvió a tenderse y se tapó los ojos cerrados con el embozo, pero, apenas lo había hecho, cuando sintió sobre sí un frenético aleteo y chilló de nuevo:
—¡Domi!
La Domi abrió la puerta:
—Buena nos ha caído —rutó—. ¿Qué es lo que quieres ahora?
La voz de Quico era agresiva:
—¡Pues que no cierres!
La Domi dejó la puerta entornada, mas al sentir los pasos que se alejaban, Quico volvió a gritar:
—¡Domi!
—¿Qué?
—¡Pues que se acueste Pablo!
—Pablo tiene que cenar, de modo que ya lo sabes.
—¡Pues... pues... pues que venga Mamá!
—Tu Mamá está ocupada.
—¡Pues quiero que venga!
—A dormir —cerró la puerta.
—!!¡Mamá!!!
Oyó los tacones de Mamá a lo lejos, en el entarimado y la Domi abrió la puerta. Su voz se hizo meliflua, extrañamente acariciadora:
—Quico, hijo, ¿no ves que tu Mamá tiene que cenar?
Los tacones de Mamá repicaban ahora en los baldosines del pasillo. Oyó su voz:
—¿Qué pasa?
—Ya ve, que no se quiere dormir —respondió la Domi.
Pero Mamá ya estaba junto a él y se sentó en la cama de Marcos y le decía suavemente:
—¿Qué pasa, Quico? ¿Tienes miedo?
—Sí —musitó Quico.
—¿Y a qué tiene miedo mi niño?
Quico sacó la mano por el embozo y, a tientas, buscó la de Mamá. Mamá se la oprimió entre las suyas y él notó en seguida el calor protector:
—Venía el Demonio cuando tú no estabas y me llevaba de los pelos al infierno, con el Moro, y luego Longinos me pinchaba y el Soldado iba con el puñal de dos filos, y el Fantasma...
—Huy, cuántas historias; ¿quién te cuenta esas historias, Quico?
La voz de Mamá amansaba sus nervios y, en la penumbra, todo tenía ahora su perfil normal. Dijo Quico:
—La Domi.
—Esa Domi... —dijo Mamá.
Descendía sobre él el sueño, un sueño pesado, irresistible, pero aún oprimió dos veces la mano de Mamá antes de que sus deditos se aflojaran y su respiración se acompasase. Mamá permaneció unos minutos a su lado y, luego, se incorporó quedamente, introdujo la mano de Quico bajo las ropas y abandonó la habitación andando de puntillas. Al llegar frente a la puerta de la cocina, la Domi le salió al paso:
—¿Qué quería el niño, señora?
—Mi mano —dijo Mamá.
—¿Su mano?
—Tenía miedo.
—¡Ah!
La Domi relajó su expresión y en sus ojos brilló una chispa de ternura:
—A saber qué tendrá la mano de una madre —dijo.
Mamá adoptó un gesto duro para replicar:
—Lo malo es luego —dijo—, el día que falta Mamá o se dan cuenta de que Mamá siente los mismos temores que sienten ellos. Y lo peor es que eso ya no tiene remedio.
Muy bueno, yo también lo he leido, pero hace mucho, todavía no tenía a mis hijos, yo era Quico.
ResponderEliminarTengo que volver a leerlo.
Y tus vacaciones??
Besos para los niños
Ángeles
Yo no lo he leído, con los trocitos que nos dejas aquí se me hizo un nudo en la garganta. Sí que retrata bien al cuatroañero pero creo que yo no soportaría leer los malostratos, estaría viendo en Quico todo el tiempo a mi San (quien también últimamente duerme tomándome de la mano)...Me gustaron las frases finales "A saber qué tiene la mano de una madre" =D gracias Maite.
ResponderEliminarhoy me acordé de ti, decidí ir a una libreria a comprar libros para mi nena de 20 meses. Era un libreria especializada en infantil,pero nada mas entro me mosqueo que la dependienta estuviese macro pendiente de la nena y que no tocara nada. Me recomendo libros "para no tener miedo cuando duerme solo","niñas ayudando en la labores de casa" "celos con la llegada de hermanito", no me fui por patas hasta que llegaste tú a mi mente y tu magnifico blog, pregunté y compré el adivina cuanto..., luego me recomendo otro de la misma linea para la edad de mi peque "Siempre te querré pequeñin" y sali de lo mas contenta. Asi que ahora tocará el principe destronado.
ResponderEliminarTodo este palique es para darte las gracias por tus aportaciones que aprendo un montón.
Angeles! pues acabo de llegar de las primeras y nos vamos mañana a las segundas vacaciones :) a la vuelta quedamos!
ResponderEliminarYo tambien era quico, jajajja!! y eso que no tengo hermanos pequeños.
Ale, si, esa forma de expresarse y de tratar a los niños, tan comun en los 60 (y casi que ahora, no te creas) pues deja un nudo en la garganta.
Picara, el siempre te querre pequeñin!!! es precioso ese cuento!!! El principe destronado mas que una recomendacion es que me hizo gracia al releerlo, que retrata bien lo que son los 4 años... es una novela adulta, lo que pasa que yo fui una lectora precoz :)
saludos,
maite
Qué precioso libro, lo he leído varias veces, y la película la he visto también que ya la han puesto más de una vez en "cine de barrio". Lo curioso del tema es que todavía hay muchas familias como esa, con menos hijos pero el mismo desapego, con cariño, pero sin ese interés real, como podidos por las obligaciones o lo que toca, sin disfrutar d elo que se tiene ni de la propia familia.
ResponderEliminarBesos.
Qué bien me ha venido leer tu entrada; mi pequeño principe está a punto de ser destronado y estoy muy asustada pensando que pueda sufrir, que no podamos darnos la mano para dormir por las noches porque el tiempo sea limitado, porque los miedos de mamá sean demasiados... ¿Cómo hace una para ayudar a su hijo a tener un hermanito?
ResponderEliminarMarhya, es verdad. Aun hay familias anquilosadas. lo cierto es que aunque lei el libro antes de ver la peli, tengo grabado al lolo garcia en mi mente. Esos ojos azul infinito...
ResponderEliminarsonia! por esos miedos hemos pasado todas :) y luego vas viendo que vas encontrando soluciones. mira la etiqueta "hermanos" del blog. Puse cosas que me fueron de utilidad. Seguramente la mayoria de cosas ya las has hecho, pero al menos te daran seguridad. Un abrazo!!